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A favor de los estereotipos “hacia arriba”


Si nos pidieran a priori una opinión acerca de los estereotipos, seguramente mostraríamos nuestro rechazo y diríamos que son perjudiciales a causa de la simplificación y sesgo que efectúan sobre la realidad social. Los estereotipos negativos  contra la población racializada o contra los barrios de las clases trabajadoras son estereotipos  clasistas, construidos desde arriba hacia abajo y que crean categorías diferenciales con las que se justifica la estratificación y la exclusión latente. Son, además,  actos discursivos con un desarrollo y una funcionalidad histórica observables.

Ahora bien,  ¿Qué pensamos acerca los estereotipos entorno a la figura de los pijos? Personalmente he de decir que siento gran satisfacción cuando las redes sociales se llenan de referencias hostiles o burlescas hacia  los hoy llamados “cayetanos”. Lo que se ejerce contra este sector de la población  no  es más que un prejuicio fundamentado en las divergencias relativas a un estilo de vida fuertemente diferenciado. No olvidemos que generalmente los procesos de distinción social son aplicados por las clases hegemónicas en un intento de demarcación respecto al conjunto de la sociedad -  en este punto es importante establecer una separación entre quienes se encuentran en una posición privilegiada en la estructura de clases y quien  simplemente copian y reproducen la estética de los primeros, pues este escrito no va en contra del estudiante de ADE que termina asimilando los gustos de sus compañeros y expresándolos de una manera menos naturalizada - . En la actualidad  todas las personas construimos nuestra identidad en base  al consumo de bienes simbólicos, pero la diferenciación estratificada de tal consumo traza un movimiento claro de arriba a abajo. Tras esta explicación, vuelvo a lanzar la pregunta con una importante matización ¿Qué pensamos acerca de los estereotipos negativos ejercidos desde abajo hacia arriba? Sin más rodeos,  el  motivo de la presente redacción es claro: realizar una disertación a favor de los estereotipos como herramienta política.  

La psicología social,  principal disciplina que tiene como objeto de estudio los estereotipos, ha observado a estos últimos bajo el principio de aproximarse a ellos como  creencias compartidas sobre un grupo que sirven para explicar la realidad social de una manera simplificada, facilitando la legibilidad de nuestro entorno.  Esta disciplina ha coincido además en indicar que los estereotipos sirven para mantener una distintividad positiva para el endogrupo, apuntando a una mayor atención este último en las cuestiones percibidas como  importantes.

Bien es sabido en política que la complejización favorece el análisis de la realidad,  y que la simplificación ayuda en el momento de actuar. En este caso opino que pueden darse situaciones en gente menos politizada de adquisición de una conciencia de la realidad  enriquecida cuya   raíz se encuentra en esa primera simplificación percibida. Es decir, que a partir de ver a un “pijo” gastándose 300 euros en un reservado cada semana y jactándose  de ello en Instagram se nos despierte algo ahí dentro y veamos ciertas prácticas como algo ajeno a nuestro mundo. Si además, ese mismo pijo es el que te cruzas en Moncloa portando una banderita de España, hablando con desprecio a un camarero,  o  dando caceroladas en el “humilde” Barrio de Salamanca exigiendo libertad porque no puede jugar al golf, uno puede recoger las piezas del puzzle e ir construyendo mayor sensibilidad y  conciencia crítica. Por tanto, en términos psicosociales,  tal concienciación pasa por un reforzamiento de las relaciones del endogrupo frente al exogrupo, reivindicando las formas de vida populares: solidaridad frente a competencia, botellón frente a  reservado de discoteca, o concierto de rap frente a  corrida en Las Ventas.

Habrá quien diga que estos planteamientos rompen el consenso y socaban aún más las relaciones humanas. Ahí radica la cuestión, pues no podemos ni queremos aceptar ese consenso. Un consenso que pretende medir el valor y el mérito  de las personas por el logo que lleven en su chaqueta, o por los lugares que frecuenten los sábados. Una sociedad basada en la desigualdad y en la competencia nunca será una sociedad cohesionada y estará esencialmente marcada por el conflicto entre sus miembros.  Más barrio y menos "cayetanos”.

 

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